En su blog Heart, Mind and Seoul, Li Kim, una americana adoptada de origen koreano, ofrece una lista de 23 reflexiones y pensamientos que se paseaban por su cabeza cuando era una niña y que todo padre adoptivo debería tener en cuenta:
1. Muchas veces me avergoncé de la cultura de mi país de origen porque era profundamente diferente de la de mi familia y mis amigos. Quizás demasiado a menudo mis orígenes sirvieron de interminables fuentes de bromas y ridiculización tanto por parte de extraños, como de mis propios compañeros de clase.
2. A pesar del amor incondicional de mis padres adoptivos, no podía evitar sentir que yo fuí para ellos su última oportunidad de convertirse en padres.
3. Expresiones como "Gracias a Dios que existe la adopción" o " Bien, por lo menos hay muchos niños abandonados en el mundo para adoptar si no logramos tener hijos por nuestros propios medios" sólo servían para reforzar mi creencia de que la adopción es realmente, para una gran mayoría de parejas, el último recurso para crear una familia.
4. Una de las cosas que más agradecía en mi infancia era no tener una hermana que fuera hija biológica de mis padres. El mero hecho de pensar en tener que compararme o compartir a mis padres con una hermana que fuera su hija "de verdad" me resultaba insoportable. Ser la mayor y la única chica en mi familia me servía para decirme a mí misma que era especial, aunque no siempre me lo creyera.
5. En lugar de escuchar tantas veces la frase "Qué suerte tienes de que te adoptaran", me habría gustado oír al menos una vez algo como "A veces tiene que resultar duro ser adoptada, ¿no?"
6. Recuerdo que la insaciable necesidad de ser perfecta era una forma de hacerme sentir más valiosa y, por lo tanto, reducir las posibilidades de ser abandonada de nuevo.
7. Igualmente, la insaciable necesidad de controlar todo lo que me rodeaba era una forma de sentirme sana y salva durante una época en la que me sentía una persona de usar y tirar.
8. Mi mente llegó a entender porque mi madre Koreana me tuvo que abandonar, pero mi corazón no.
9. Cuando me decían que "(mi madre biológica) me quería tanto que renunció a mí para poder darme una vida mejor", yo sólo sentía un terrible miedo de que mis padres adoptivos me llegasen a querer de esa forma tan intensa. .
10. En lo más profundo de mi pensamiento, me preguntaba si alguna vez sería lo suficientemente buena en algo. Después de todo, fuí abandonada siendo un bebé: ¿por qué abandonaría alguién a su bebé a no ser que fuese malo e indeseado?
11. Soñaba con volver a Korea para ser capaz de "encajar" entre la gente de mi edad. Habría dado cualquier cosa por ser al menos por una vez una chica popular, guapa y "normal", en lugar de ser la chica cuya mera apariencia física despertaba tantas preguntas y suposiciones indeseadas.
12. A menudo imaginaba formas de parecer más occidental para no sentirme un monstruo.
13. Me preguntaba cómo se sentiría una siendo la hija por la que alguien hubiera luchado con todas sus fuerzas, en lugar de ser la hija cuyos padres Koreanos no quisieron y la hija con la que mis padres adoptivos tuvieron que conformarse.
14. Me sentía increíblemente culpable cada vez que me sentía triste o mal sobre mi adopción. Era mucho mejor guardame todo mi dolor para mí misma que herir a mis padres contándoselo, esos padres que yo sabía que me querían y adoraban más que a sus propias vidas.
15. Me acostumbré a darle la vuelta a mi historia de adopción para poder sobrevivir.
16. Me resultaba imposible enfadarme u odiar a mis padres Koreanos por haberme abandonado y, sin embargo, también me resultaba imposible perdonarme a mí misma por haber sido abandonada.
17. Llegué a un punto en el que mi mente realmente se creyó todo lo que yo misma decía sobre no tener ningún tipo de sentimientos ni de repercusiones por el hecho de ser adoptada, incluso cuando mi corazón y mi cuerpo se sentían marcadamente diferentes por ese hecho.
18. El cuerpo nunca miente por mucho que le pidas que finja.
19. Mis rabietas, pataletas y golpes de ira eran mi forma de intentar deciros: "Tengo un profundo dolor en mi interior y más que nada en el mundo me da miedo que algún día me abandonéis".
20. El amor, por muy profundo y abundante que sea, nunca puede borrar el pasado.
21. A pesar de todo, sabía que superaría todo esto.
22. Había querido y había sido querida y esperaba que algún día mereciera realmente esa emoción.
23. Deseaba que lo que otros veían de bueno en mí, algún día fuera evidente también para mí misma. Y que ojalá, con la ayuda de Dios, aprendiera a quererme y a perdonarme de verdad.
EXTRAÍDO DEL BLOG